Es una imagen habitual. Te acercas a un parque de juegos infantiles y los ves a todos allí, observando, atentos a lo que hacen. Ya sabes quiénes son, ¿verdad? Tú también los has visto. Los adultos que acompañan a los niños cada vez son mas numerosos cerca de las atracciones (toboganes, columpios, balancines…) A veces dudo si el parque es de niños o de adultos.
Es una situación acorde con la realidad que vivimos. Cada vez se controla más el juego de los niños. Como no se puede controlar al niño, se generan cambios en el entorno para sentir que todo está seguro: suelos blandos de caucho en vez de arenosos, vallas perimetrales limitando la zona infantil, plástico en vez de metal o madera…
En un artículo publicado por Sergio hace unos meses sobre Juegos Arriesgados, reflexionaban sobre la relación entre el tipo de jeugo desarrollado y las emociones generadas en los niños: «En los últimos 60 años hemos sido testigos, en nuestra cultura, de una disminución continua, gradual y últimamente dramática de oportunidades para los niños de jugar libremente, sin control de los adultos y especialmente en sus oportunidades de jugar de forma arriesgada. Durante los mismos 60 años, también hemos sido testigos de un aumento continuo, gradual, y últimamente dramático en todo tipo de trastornos mentales de la infancia, especialmente trastornos emocionales». Como muchas otras veces, hemos confundido los términos. Generar seguirdad no es acotarlo todo, controlarlo todo.
¿Por qué ponemos límites al juego de los niños? ¿Confiamos en ellos?